martes, 10 de noviembre de 2015

La naranja mecánica [review]

La naranja mecánica es una película considerada por muchos como una obra de culto, que esconde decenas de mensajes y que trata temas de lo más profundos. Tuve que ver la película unas cuatro o cinco veces para entender bien lo que pasaba y poder fijarme detalladamente en los detalles, además de que tuve que buscar y comparar información en la red para confirmar que mis conclusiones eran las correctas y una vez más he tenido que coger papel y boli y poner a escribirme. Por suerte o por desgracia me ha quedado un análisis de lo más largo aunque me siento de lo más orgulloso, así que al lío.

'La naranja mecánica' es una de esas escasas películas de las que se puede decir que han hecho época. Después de más de treinta años de su estreno, aún sigue suscitando polémica y haciendo correr ríos de tinta. Esto podría ser significativo en el caso de otro director, pero tratándose de Kubrick no es algo que llame demasiado la atención, pues su filmografía estuvo abocada desde muy temprano al escándalo. 'Senderos de gloria' (1957) fue la película que le dio nombre, pero también le generó fricciones con el gobierno francés, que prohibió su exhibición hasta hace bien poco. Con posterioridad tuvo que superar los obstáculos de la censura con 'Lolita' (1962), para ya en el ocaso de su vida lidiar con idéntica traba con 'Eyes Wide Shut' (1999), su obra póstuma.
El debate que suscita 'La naranja mecánica' está ligado a la idea de la violencia como factor estético. Kubrick, un maestro en el manejo de la cámara, dotó a sus planos de una poderosa expresividad y belleza por medio de recursos bien medidos como el gran angular, el zoom out, la cámara subjetiva y el montaje acelerado o el ralentí, a los que habría que añadir su facilidad para encontrar el encuadre óptimo. La música también contribuyó a este efecto. Piezas como 'La urraca ladrona', de Gioacchino Rossini, o la 'Obertura de Guillermo Tell' –esta última con los arreglos de Walter Carlos–, crean en el espectador la sensación de estar presenciando una coreografía. Esto se ve con total nitidez en la secuencia del enfrentamiento entre las bandas de Billy Boy y Alex de Large. Al comienzo de la misma la cámara hace una lenta panorámica de arriba abajo mostrándonos un teatro abandonado.

'La naranja mecánica' es, indudablemente, una película pesimista, como todas las de su autor. Alex expía sus pecados y padece en su propia carne y de manos de sus víctimas los castigos que les ha infligido, pero esa dolorosa experiencia no le lleva a replantearse su nefario comportamiento, sino que le reafirma en su malos hábitos. El único modo de que deje de hacer daño es emasculando su libre albedrío. ¿Está justificado aherrojar la voluntad de un individuo si con ello se evita que actúe mal? Ésa es la pregunta principal que suscita la película. Mediante el tratamiento Ludovico se consigue que Alex sienta náuseas cada vez que le agita el irrefrenable deseo de empecer a alguien. Kubrick muestra su rechazo frontal ante la privación de la inalienable capacidad de elección asociando la 'Novena Sinfonía' de Beethoven al tratamiento. Alex, con su apremiante necesidad de abandonar la cárcel, se ofrece de cobaya a unos experimentos conductistas que le transforman en una suerte de perro de Paulov. Tanto el ministro del Interior del Gobierno en funciones como la oposición juegan con él hasta convertirlo en un muñeco roto. Sólo el capellán de la prisión se preocupa por él, pues para los demás no es más que un instrumento. En la sociedad de 'La naranja mecánica' todos los personajes, excepto éste, son pragmáticos e interesados. No hay diferencias entre los gerifaltes emperifollados y los delincuentes astrosos: cada cual busca su provecho utilizando a los demás de una forma execrable.
La banda sonora juega un papel fundamental en 'La naranja mecánica'. Kubrick fue un maestro a la hora de sugerir a través de la música. Para él era un elemento expresivo de primer orden, tal como la iluminación o la fotografía. A modo de ejemplo, conviene citar el excelente uso que hizo del Lacrymosa del Réquiem de Mozart en 'Eyes Wide Shut' para dar a entender que se había producido una muerte antes de que el doctor Hardford (Tom Cruise) lo leyera en las páginas de un periódico. Esta película, menospreciada por muchos, tanto admiradores de la obra del que fuera fotógrafo de la revistaLook como confesos detractores, es un manual de estilo sobre cómo expresar estados de ánimo mediante la iluminación: los tonos cromáticos azulados sugieren frialdad mientras que los tonos ocres transmiten la sensación de calidez.

Alex es un melómano de pro, y su devoción por el divino Ludwig van contrasta de raíz con su connatural inclinación a la violencia. Esta paradoja es tanto más palmaria por cuanto que a la 'Novena Sinfonía' de Beethoven se la conoce como el 'Himno a la alegría', asociándosele unos valores de paz y armonía, justo la antítesis de lo que anhela el perturbado protagonista. A Kubrick le encantaba explorar el plano del subconsciente, y esta película es buena prueba de ello. Una vez más, los científicos que experimentan con el inofensivo Alex demuestran tener tan pocos escrúpulos o menos aún que éste al vincular la música del compositor nacido en Bonn con imágenes del Tercer Reich. A diferencia de la novela en que se inspira, en el filme el protagonista sólo manifiesta interés por Beethoven, lo cual hace que sea más vehemente este oxímoron.

'La naranja mecánica' es una reflexión lúcida sobre la condición cruenta y destructiva del hombre, en la que no hay lugar para la salvación. El estado de las cosas es inmutable. Ésa es la conclusión definitiva de Kubrick. Por mi parte, bueno, me quedé con una frase: "La maldad elegida no es mejor que la bondad forzada."

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