martes, 10 de noviembre de 2015

Death Note [review]

Como no, este anime no podía faltar. Vamos allá.



A Death Note se le etiqueta como una serie ‘shonen’. Los que conozcáis un poco de manga/anime, sabréis cuál es el prototipo de series shonen; en las series de más o menos mayor actualidad tenéis buenos ejemplos. Suelen presentarse como series donde el protagonista es un adolescente acomplejado o inseguro con algunos aspectos, pero que siempre, siempre, aspira a un objetivo en la vida, convirtiéndoles en semidioses casi; y en donde las escenas de peleas (a veces excesivamente largas) son requeridas.

Death Note se sale de éste estereotipo de shonen, entrando en un ambiente de temática de suspense y policíaca, y desde luego mucho más adulta que otros manga agrupados en el mismo subgénero. Para empezar, ni siquiera el protagonista encarna la misma idea de bien a la que estamos acostumbrados. Y aquí es donde empieza el dilema ético: ¿qué está bien? ¿Qué está mal?

¿Es correcto el uso que le está haciendo Light a la Death Note?

La respuesta la podemos encontrar, en parte, en una frase que dice Light en el segundo episodio de la serie: “Así es como somos los humanos, Ryuk. Por ejemplo, en la clase del instituto, no habría ninguna discusión acerca de si está bien o no matar criminales. Si alguien la iniciara, todos insistirían: ‘No, no podemos hacer eso’ y adquirirían el papel de niños buenos. Por supuesto, esa respuesta es políticamente correcta. En público, la gente necesita mantener esa fachada. Pero la verdad está aquí (señala a la página web de Kira en la pantalla del ordenador). Quizás la gente tenga miedo de aceptarme públicamente. Pero en Internet, donde los que escriben son anónimos, Kira está en boca de todos. Nadie lo dirá, pero todo el mundo sabe ya que alguien está matando a los malos. Y los que son inocentes, estarán gritando: ‘Ánimo, Kira!’ en sus corazones, mientras que los criminales estarán petrificados, ante la posibilidad de que la mano de Dios les alcance.”

Visto desde el propio punto de vista del protagonista, el uso que le está haciendo a la Death Note es perfectamente correcto. Light piensa que matando a los criminales está haciendo justicia. ¿Por qué iba a estar mal matar a aquellos que son malos y contribuyen a que el mundo sea inseguro y hostil? Los criminales son malos, porque rompen las leyes establecidas para que haya paz y tranquilidad en el lugar donde la gente habita. Muchas de las angustias de las personas están atribuidas a sus actos. Y no se puede negar que, cuando se ha sido víctima indirecta del acto de un delincuente, se ha sentido cuanto menos desprecio ante ellos, y dependiendo de la gravedad de su crimen se ha deseado que muriera.

Es muy astuto de parte del guionista plantearnos éste punto de vista a través de los ojos del protagonista. Es a través del protagonista por donde nosotros, lectores y espectadores, podemos sentirnos identificados por su punto de vista y conseguir entenderlo. En las series convencionales, no tenemos probablemente éste tipo de dilema moral, porque los protagonistas son los que encarnan una idea de bien estereotipada. Aquí, podemos entender el punto de vista de Light, porque en el fondo lo que hace no está tan alejado de lo que cabe esperar del ser humano.

Pero todos sabemos que, bajo el punto de vista de la moral habitual, a la que todos estamos acostumbrados, lo que Light está haciendo no es precisamente correcto. La serie nos está acercando a una persona de mentalidad fría, brillante, sin escrúpulos, que piensa que su razonamiento no puede estar equivocado por ningún medio y que, como vemos más adelante en la serie, no dudará en eliminar a quien se le ponga por delante. Incluso si son personas inocentes. En definitiva, tenemos como protagonista de nuestra historia a nada menos que a un psicópata. Y poniéndonoslo como protagonista, tenemos más probabilidad de empatizar con él en cierta medida, sobre todo al principio de la serie. Pero no es exactamente que empaticemos con el protagonista lo que pretende el guionista que hagamos. A medida que la serie avanza, nos presenta un punto de vista distinto y completamente opuesto al del protagonista: el de la policía y el de L, que si bien podemos considerarlos en nuestra ética como ‘buenos’, se oponen rotundamente a la manera de actuar de Kira, y por tanto, son los enemigos de Light, los ‘malos’.

Y volvemos al punto de partida. ¿Qué es lo que está bien y lo que está mal, al final de todo? ¿Cómo está bien pensar, como L o como Light? La respuesta es: como ninguno de los dos, y como los dos a la vez. La gracia de ésta serie es que a los espectadores nos hace pensar, y nos pone en una encrucijada en donde no hay salida posible; debemos ponernos de parte de ambos contendientes, aunque sean opuestos. En otras palabras, nos obligan a aceptar diferentes puntos de vista acerca de un mismo tema, y lo consiguen, aunque nosotros sigamos pensando para nuestros adentros que, en la vida real, Light no sería tan distinto de los asesinos que él mismo mata… o incluso peor que ellos.

Ese es otro buen punto que hace destacar a ésta serie entre otras. Aún encasillándola en el género shonen, no se ven batallas físicas, de éstas que te llenan la pantalla de sangre y se ve el cansancio físico del protagonista y la desesperación por estar perdiendo el combate. Aquí hay enfrentamientos, sí, pero de otra índole. El combate entre Light y L es ante todo intelectual. Son sus puntos de vista los que se enfrentan, y sus movimientos son parecidos a los que se deben de hacer en una partida de ajedrez. El primero que haga un movimiento en falso, quedará en jaque mate. Y éste enfrentamiento jamás cesa. Ni siquiera en los momentos en los que creemos que la acción es más relajada.

Básicamente es ésto lo que nos permite mantenernos pegados a la pantalla (o a las hojas, lo mismo da); una historia poco convencional, unos personajes poco convencionales y un planteamiento poco habitual para un manga/anime que se hace llamar shonen, además de una imprevisibilidad a los hechos (si no te han spoileado, claro) que aún están por ocurrir. Porque, el bueno siempre gana, claro… pero en ésta ocasión, ¿quién es el ‘bueno’?

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